Las preocupaciones por los desastres  climáticos pueden provocar eco-ansiedad. Incluso quienes vivieron la pedrada del pasado viernes 28 de marzo, pueden experimentar ansiedad anticipatoria, es decir, preocupación por lo que podría ocurrir en el futuro.

A medida que las catástrofes naturales empeoran y se hacen más frecuentes, el miedo a lo que nos depara el futuro es un tema cada vez más habitual, no solo en las consultas psicológicas sino también entre vecinos y en grupos de redes sociales.

Recientemente roldanenses y funenses hemos visto hogares y espacios de uso común destruidos en un instante, e incluso presenciamos cómo el entorno se transformaba hasta quedar irreconocible; el verde del paisaje se trasformó en un manto blanco, frio y resistente al deshielo.

Al igual que con la «eco-ansiedad», los científicos han acuñado una nueva expresión para describir este tipo único de dolor; la solastalgia, un tipo de nostalgia que uno puede sentir por su hogar a pesar de no haberlo abandonado.

El impacto emocional tras un desastre climático es muchas veces subestimado. Las personas no solo pierden bienes materiales, sino también el sentido de estabilidad y seguridad en sus vidas. Este proceso desencadena síntomas de estrés, ansiedad, depresión y, en muchos casos, trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Acciones comunitarias como eje de la reconstrucción

La solidaridad y el apoyo mutuo son esenciales para la recuperación emocional y material. Las redes de apoyo comunitario, formadas tanto por instituciones locales como por la colaboración de los propios vecinos, generan un ambiente de contención y seguridad.

Este soporte ayuda a reducir el aislamiento y fortalece los vínculos entre los miembros de la comunidad, permitiendo una reconstrucción más rápida y menos traumática.

La resiliencia personal se manifiesta en individuos que, a pesar de sus propias pérdidas, encuentran la fortaleza para ayudar a los demás y reconstruir su entorno. La ayuda mutua, las actividades en grupo y el fortalecimiento de la comunidad, son vitales para recuperar no solo nuestros hogares y bienes, sino también su sentido de pertenencia y propósito.

Implementar y promover estas estrategias puede ayudar a otras localidades a construir una respuesta más humana y sostenible ante desastres climáticos, centrada en la salud emocional y en el bienestar colectivo, elementos fundamentales para una recuperación completa y a largo plazo.

Fotos: Maia massella – eme producciones

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