Nilda García, una de las mujeres afectadas por la difusión de imágenes íntimas falsas creadas con inteligencia artificial, relató en una entrevista el largo proceso judicial que culminó esta semana con una condena histórica en San Jerónimo Sud. El caso, ocurrido hace dos años, involucró la manipulación digital de rostros de mujeres del pueblo que fueron utilizados en videos de contenido sexual difundidos a través de Telegram.
Nilda contó cómo, junto a un grupo de vecinas, descubrieron que sus nombres y rostros aparecían en videos pornográficos falsos: “Pasamos de vivir vidas normales a despertarnos un día y encontrarnos con esa noticia. Fue muy duro de pasar”. Las víctimas se organizaron, realizaron las denuncias y acompañaron todo el proceso judicial que llevó a la identificación y condena de Luciano Larrabeitia, comerciante del pueblo, señalado como autor del material.
“Era la persona a la que íbamos a comprar verduras, y de repente entendimos que era alguien capaz de hacer algo tan perverso”, expresó García. En su testimonio, destacó el acompañamiento de su familia, amigas y las otras víctimas, que formaron un grupo de contención durante los dos años que duró la causa. “Nos sostuvimos entre nosotras. Fue muy importante ese grupo”, dijo.
La sentencia, dictada en un juicio abreviado, fue considerada un precedente judicial en materia de violencia digital de género. García reconoció el trabajo de las abogadas del Centro de Asistencia Judicial y del juez local, quien —según relató— les brindó apoyo y contención. “Es un fallo histórico porque no hay antecedentes de casos así. Parece una pavada, pero esto hace mucho daño”, afirmó.
Consultada sobre el impacto personal, Nilda señaló que el proceso afectó su vida cotidiana, su salud mental y sus vínculos: “Te cambia la vida para siempre. Hoy trato de transformarlo en algo bueno para que a ninguna mujer le pase lo mismo”. También pidió que se avance con leyes que contemplen este tipo de delitos y protejan a las víctimas de violencia digital.
“Que denuncien, que no se queden calladas. Nadie tiene derecho a vulnerarte”, fue el mensaje final de Nilda, que a pesar del dolor y el desgaste, aseguró sentir una cierta recompensa por haber llegado hasta la sentencia y por haber sentado un precedente que podría ayudar a otras mujeres.
