Claudio Ríos tiene 58 años, vive en Roldán y es fanático de Newell’s Old Boys desde los 10. Su pasión por el club rosarino lo llevó a protagonizar una historia que conmovió a las redes: junto a su hijo Isaac, de 17, pedaleó casi 100 kilómetros para presenciar el encuentro por Copa Argentina entre la Lepra y Defensa y Justicia.
“Dejo todo, me voy a ver a Newell’s”, canta Claudio en la entrevista, rememorando uno de los himnos de cancha. Así empezó su relato, con emoción, humildad y un dejo de incredulidad por la repercusión que tuvo su viaje. Salieron desde el barrio Santo Domingo en Roldán a las 10:41 de la mañana y, tras nueve horas pedaleando, llegaron al estadio cuando ya habían transcurrido cinco minutos del primer tiempo. El GPS los desvió y terminaron recorriendo varios kilómetros de más.
El viaje fue idea de Isaac. “Papi, juega Newell’s por la Copa Argentina, vamos en bici”, le propuso. Y Claudio, sin dudarlo, aceptó. A pesar de no estar entrenados para semejante recorrido, y sin herramientas por si pinchaban una rueda, se lanzaron a la ruta. Atravesaron caminos angostos, soportaron el viento y tomaron todas las precauciones posibles con los camiones que los pasaban a pocos metros. Hicieron paradas para comer, tomar mate y descansar, siempre atentos a la hidratación.
A pesar del cansancio, Claudio nunca perdió el ánimo ni la alegría de compartir esa experiencia con su hijo. En el estadio, dejaron las bicicletas atadas afuera, gracias a la orientación de la policía. “Nos fuimos directamente a la tribuna, nos subimos al alambrado porque no veíamos nada. Somos petisos, y había un mundo de gente”, cuenta entre risas.
La vuelta fue una aventura aparte. No tenían planeado regresar de noche por razones de seguridad. Ya resignados a esperar al día siguiente, un automovilista los reconoció y les ofreció llevarlos. “Ese tipo fue un ángel”, dijo Claudio. El conductor, además de ayudarlos a volver, también socorrió a otro hombre que había tenido un accidente camino a Rosario. Finalmente, Claudio llegó a su casa a las 2:28 de la madrugada, y aún sin calambres ni dolores mayores.
La historia emocionó a todos. No sólo por la travesía, sino por la profunda conexión entre padre e hijo y el amor incondicional por un club. “Desde que faltó mi vieja, siempre digo que está arriba de la mochila, acompañándonos”, confesó Claudio, conmovido.
Más allá del impacto viral, Claudio asegura que todo surgió de manera espontánea. “Fue una aventura, lo máximo que hice en mi vida. Nunca pensé que iba a tener esta repercusión.” Sin embargo, lejos de cerrar el capítulo, deja la puerta abierta a nuevas locuras: “¿Por qué no? Conmigo todo es posible. A mí me decís ‘vamos’ y yo arranco.”